Tuesday, January 5, 2010
Cuatro.
Siempre que me encuentro vagabundeando por las estrechas calles entre Providencia y 11 de septiembre, me acuerdo de nuestro encuentro "fortuito".
No era solamente yo la que sentada en los peldaños de una escalera buscaba un soplo de aire que me diera cordura.
No era solamente yo la que tras una bocanada de aire, espiraba temor de encontrarme con tu presencia. Era de esos sentimientos que desgarran, de los que nunca te dejé formar parte, por ser un aspecto tan íntimamente mío.
Creo que ambos sabíamos que ese día nos encontraríamos, ya sea por el maldito azar o porque esa parte de Santiago tiene una mente propia que está hecha para reunir a gente que acarrea asuntos pendientes.
Casi al terminar el día te ví ... nos vimos, te saludé con una sonrisa y tu me diste una de esas sonrisas torcidas que tu bien sabías, son mi debilidad. Una conversación banal, tres minutos y lo más rápidamente, lo más naturalmente que pude, te dije que debía irme... la verdad es que ya no soportaba verte, la sola idea de rememorar ese momento en mi cabeza me repugna.
Caminé lo más erguida que había caminado nunca, consciente de cada paso y consciente también que esa sería la última vez que nos veríamos, seguido de un sentimiento de impotencia como nunca lo había tenido.
Espero que Santiago no sea lo bastante sádico como para reunirnos de nuevo y si lo hace, a esperar que esta vez sea yo la de la sonrisa torcida y sea yo la que se de vuelta y camine tranquilamente, sin mirar atrás.